Hola, soy Natalia y vengo a contarte algo:

La historia que nadie me ha pedido, pero que en mi cabeza suena espectacular

Lo sé.

Esta es la página donde la gente espera ver una serie de cosas para valorar si soy lo suficientemente buena como para trabajar con ellos.

Mi lista de logros, lo importantes que son los clientes con los que he trabajado, o cuáles son mis valores.

Incluso esperan ver un portfolio con mis mejores proyectos.

La verdad es que no sé qué es lo que esperas ver tú.

Pero como esta es nuestra primera cita y quiero que lleguemos al menos a la segunda cerveza, prefiero no espantarte.

Mira, voy a contarte algo un poco más entretenido:

Cómo he llegado yo hasta aquí.

De lo otro… No te vas a encontrar nada.

Sorry not sorry.

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Una niña rata que se registraba en foros y hacía banners por encargo

Vale, así es como empezó todo.

Cuando aún no existían las redes sociales y YouTube acababa de abrir. Tú imagínate.

Me metía en foros de series y hacía collages para todo aquel que se me ponía por delante. 

Bueno, en verdad para todo aquel que me los pedía.

Cuando no era un banner para una firma, era un avatar para el perfil. Y si no, pues ya me inventaba yo cualquier otra cosa.

Pensaba que tenía a todo el mundo frito con mis movidas, pero luego flipaba viendo cómo la gente me hacía encargos y usaba todo lo que yo había hecho.

Así que me pasaba las horas muertas diseñando. Y también me montaba mis propias páginas para colgar mis creaciones.

No es que esto suene a frikada máxima. Es que lo es.

El caso es que yo no tenía ni idea de cómo funcionaba una web. Pero bueno, lo hacía todo por intuición, viendo muchos tutoriales y a base de prueba y error.

También me dedicaba a tunear apuntes, pero no de la forma en la que piensas

Entre tanta frikada tocaba estudiar. Es lo que había.

Que conste que me encanta aprender — y para no aburrirme necesito estar siempre aprendiendo cosas — pero nunca he llevado nada bien eso de memorizar tochos infumables para vomitarlos después en un examen.

Pues algo había que hacer.

Total, que se me fue la pinza y me puse a transformar mis apuntes a cómics. 

No me preguntes cómo se me ocurrió, pero eran tan vistosos y disfrutaba tanto leyéndolos que entraban solos.

¿Cómo te quedas? Yo picueta.

Quizá por eso le doy siempre tanta importancia a lo visual. Y a la forma de redactar. Me dirás que no da gusto leer un texto cuando está bien escrito.

Por cierto, los más entretenidos eran los de historia. Si algún día los encuentro te los enseño.

SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO SE VIENE SALSEO
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De vivir programando para los demás…

Mi vocación por los ordenadores tiene mucho que ver con que acabase dedicándome a la programación durante años. 

En cuanto supe que existía ingeniería informática, allá que fui de cabeza.

Después encontré mi primer trabajo en una consultora.

8 horas al día programado. Eso son 40 horas a la semana. Durante muchas semanas.

Echa cuentas.

Aunque programar mola mil, me di cuenta de que esa vida no estaba hecha para mí. 

Cumplir los objetivos de otros, acatar órdenes bajo sus normas y condiciones, tener que lidiar con clientes indeseables, anteponer el trabajo a todo lo demás…

Y todo esto casi siempre en ambientes de muchísima autoexigencia. Por suerte no fue así siempre.

Pero pfff.

Me cansaba e iba cambiando de un proyecto a otro. Y cuando no era posible, echaba el currículum en otra empresa.

Bien, pues en todo ese proceso descubrí algo. Que la gente le daba más importancia a mi carta de presentación que a mi CV.

Mucho máster y mucha titulitis pero al final lo que de verdad impactaba era una carta en la que hablaba sobre mí. Y en ella tampoco es que me tirase muchas flores ni me las diese de supercrack, al contrario. 

Mis cartas siempre se parecían mucho a esto que estás leyendo ahora.

Sin lo de niña rata, claro.

A todo esto, como siempre había dicho que el diseño era mi profesión frustrada, entre medias me dio el venazo y me metí a un máster.

… a crear mi propio Estudio

Total, que retomé lo de diseñar después de muchos años de parón y el caso es que desde entonces no lo he vuelto a dejar.

Al principio fue un poco como un hobby, aunque en verdad me lo curraba un montón.

Practicaba a saco y le dedicaba casi todos mis ratos libres. Lo de jugar a ser Barbie Diseñadora enganchaba bastante, aunque no te voy a mentir, acababa agotada.

Entre unas cosas y otras empecé a recibir los primeros encargos.

Me organizaba como podía, ya que tenía que compaginarlo con mi trabajo de oficina.

Y estuve así durante años, a medio gas con cada cosa. Así que un día corté por lo sano. Tenía dos trabajos y había que sacrificar uno.

Puedes imaginarte cuál.

Pero por cosas de la vida encontré la forma de fusionar ambos. Y creé este Estudio. Y le puse de nombre Chicuela.

Aunque del nombre mejor hablamos en otro momento.

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Algunos me llaman pesada, y a otros les encanta lo que escribo

Envío varios correos a la semana con aprendizajes, consejos-no-solicitados y reflexiones que ayudan a la gente de alguna forma con el tinglado de su web, la tengan o no ya montada.

O con su emprendimiento.

Y de vez en cuando, también cuento algún que otro salseo sobre lo que pasa en el Estudio.

Para los que deciden apuntarse, desvelo las 9 claves para tener una web que cualquiera quiera copiarte, y que no huela a ‘esto lo hago yo en un rato’.

Hacerlo es gratis. Darte de baja, si luego ves que no te interesa, también.

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